SIN LÍMITES
Vivimos en una cultura social que no acaba de entender al niño, donde hay mucha confusión y nos hemos puerilizado mucho donde nos incomoda más las palabras que se dicen, en ocasiones, sin pararnos a entender que lo importante es el fondo de las historias. Hemos llegado a una sociedad en la que hay muchísimas cosas que no se deben decir, dándose mucha importancia a otras que no la tienen, habiendo una búsqueda total de la corrección política, que está siendo contraproducente con los niños. Tal vez, sea porque hemos pasado de una dictadura a una laxitud en las costumbres y en los hábitos, y ahora estamos intentando recolocarnos, buscando los límites en la educación de los hijos.
Pero es en la lectura donde no hay que buscarlos, aunque sí que hay que tener en cuenta ciertos aspectos, como la violencia demasiado explícita y real, los temas con connotaciones políticas, o la inclusión de ciertos elementos amenazantes. Pero no hay ningún motivo para no mostrar a los niños temas y emociones como la muerte, la humillación o la tristeza.
Todo esto con cautela, pues no todos los aspectos psicológicos y sociales de la vida real deben aparecer en los libros infantiles.
Por supuesto, hay que ser prudente con todo esto, pues no se puede romper el concepto de inocencia antes de tiempo, y hay contenidos en los que los niños no tienen capacidad de entendimiento. La lectura tiene que ser crítica, pero acompañada de un adulto.
El niño tiene que ir comprendiendo las emociones poco a poco, porque al final se va a enfrentar a ellas en la vida real.
En ciertos libros hay una cierta carga moral y aleccionadora implícita, y esta cuestión en la literatura infantil es muy importante, ya que, el niño busca la moralidad, pues lo primero que quiere saber es si algo es bueno o no. Ahora bien, el hecho de que los niños no conozcan cómo funciona el mundo real tiene consecuencias muy negativas, ya que, pueden dar lugar a personas muy conformistas o muy violentas, pues están ante algo que les supera.
Lo que se está creando con esta idea de no enfrentar a los niños a nada son personalidades muy poco combativas y dependientes.
Por todo esto, hay que crear productos literarios con dignidad, pues ante todo, los niños son inteligentes. Tanto lo son que, la primera experiencia que tienen del mundo, no es que los adultos seamos más fuertes, sino nuestra incapacidad para la magia.
Los niños tienen razón, y Jesucristo no fue una excepción: todos los niños creen que su padre es Dios.
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